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"L'ignorant no és el que ignora coses, sinó el que ignora que les ignora". Joan F. Mira

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Perquè Shakespeare és millor, infinitament millor, que Dan Brown

eliteratura | 21 Febrer, 2009 09:00

No era mi intención que nos ensartáramos en un debate que sobrepasa el espacio de un blog, aunque no cabe duda del interés que el tema suscita. Cabe objetar que muy probablemente no lleguemos a un entendimiento total, si bien en algunos aspectos quizás no andamos tan lejos como pudiera parecer. Al fin y al cabo buscamos calidad y claridad, o eso espero, y no una disputa estéril.
Estoy de acuerdo: los críticos no deben de estar por encima del bien y el mal; tienen que rendir cuentas de sus juicios al público que los lee, aunque mucho me temo que estamos confundiendo la crítica literaria con la (efímera) reseña periodística.
Sam Abrams, en Criticar el crític, distingue precisamente entre crítica i reseñismo. Un crítico debe poseer "una vasta cultura literaria clásica y moderna, y un amplio bagaje teórico". El reseñista, en cambio, "es un comentarista de la actualidad literaria". Su actividad es "más epidérmica y más efímera, porque su labor principal consiste en promover día a día la lectura".  El crítico trabaja a largo plazo, mientras que el reseñista se mueve en las distancias cortas. Se trata, pues, de dos actividades con puntos en común, pero también con divergencias que no siempre, desgraciadamente, son tenidas en cuenta. Ocurre, al menos en el ámbito catalán, que el crítico literario no dispone de tribuna para darse a conocer, lo que produce un "sobredimensionamiento de la importancia del reseñista", que se ve revestido de una autoridad que no le corresponde.
Esta posición central del reseñista, concluye Abrams, se mantiene y fomenta por tres aspectos: la inadmisible distancia entre la universidad y la sociedad civil, el silencio crítico de la mayoría de escritores y la del público lector". Soluciones, según Abrams: romper el monopolio de los suplementos de prensa, crear plataformas para los críticos de verdad, democratizar y acercar la universidad a la sociedad, fomentar la participación de los escritores en el mundo de la crítica y, por último, crear vías de expresión para que los lectores puedan ejercer de críticos de la crítica.
Otro aspecto que me gustaría abordar se refiere a la función de la crítica, que no es otra que establecer un juicio de valor el cual, según Josep Maria Roquer, debería de gozar de dos virtudes: la claridad expositiva y la justificación. Es decir, no todo vale. Es imprescindible que el crítico se moje. Además, y esto es importante, la interpretación por si sola no es suficiente. Debe ir acompañada de una "declaración de honestidad" que significa "aceptar que hablamos desde nuestro punto de vista, desde nuestra manera de entender la belleza, las ideas y el mundo en general". De este modo, la opinión del crítico deja de estar en entredicho, deja de ser interesada, para considerarse plenamente una "opinión autorizada". O sea, digna de tener en cuenta. A eso vamos.
 
Com veis aquests darrers dies he mantingut un debat al blog literari Papel en blanco en relació al paper de la crítica. Ha estat, per part meva, la primera incursió en un blog espanyol i, com podeu observar, el meu castellà grinyola una mica.
Tanmateix, deixant de banda raons idiomàtiques, m'ha semblat interessant fer-ho perquè la qüestió debatuda estava  relacionada amb posts que vaig publicar no fa gaire (L'art de la indiferència i Picasso i Papini: la fi de l'art com a religió) els quals alhora feien referència a un altre (Elogio del individuo i Naturaleza muerta con brida) publicat a Món de llibres.
No sé, a hores d'ara, com acabarà la discussió. Sigui com sigui, m'haurà servit per reflexionar sobre l'activitat literària. I més ara que me trob submergit de ple en l'aventura shakesperiana. La grandesa dels clàssics només és atribuïble a ells mateixos. Shakespeare actualment ven menys que Dan Brown. Però, com ve a dir Salvador Oliva, d'aquí cent anys hi haurà gent que comprarà i llegirà Shakespeare, mentre que d'El Codi Da Vinci i de la polèmica que suscità no se'n recordaran ni els hereus de Brown.
Però la nostra època és aquesta. Vivim ara i aquí, i no en el futur. Precisam, doncs, d'un instrument crític que clarifiqui, i que justifiqui si cal, que els "browns" de moda,  tot i les supervendes, no són millors que els clàssics, que no tot està dins el mateix sac. Aquesta és la qüestió.
 
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